Cuando una propuesta escénica apuesta por el riesgo deben coserse muy bien las costuras para que no se filtre agua. ¡¡Y vaya si se filtró!! La ceremonia del pasado viernes no fue la puesta de largo del final de curso de l’escola Patufet, sino que se trataba de la ceremonia de apertura de la mejor competición deportiva que se disputa cada cuatro años. Poca broma.
Todo aquello que el comité organizador de los JJOO fue capaz de hacer en una ceremonia (y también lo que fue capaz de deshacer) fue pedir disculpas por la escena dedicada a “la última cena” día y medio más tarde de realizarse la acción.
Estimados amigos franceses: ignoro los filtros y los vistos buenos por los que pasó el librto final de la inauguración, pero la disculpa no sólo llega llega un día y medio más tarde tras el final de la ceremonia, sino que tuvieron unos cuantos meses de tiempo para imaginar si la escenita acabaría hiriendo susceptiblidades. Bingo: las hirió. Ahora, emitir un comunicado de disculpas.
Porque con el Dios cristiano todo el mundo se atreve a hacer ruído y mofa, a burlarse y a cagarse repetidamente cada día de forma permanente. Ningún problema, se aceptan las disculpas porque tienen tiempo de sobras para hacer el mismo gag refiriéndose a otra religión (¿Mahoma, por ejemplo?) y volver a pedir disculpas. Pero faltan huevos y sobra vergüenza. A todo eso toda la vida se le ha llamado cobardía y pocas luces, muy oportuno cuando hablamos de la ciudad de la luz.
En el apartado técnico/periodístico la cosa se acercó peligrosamente a la barbarie. Aquí también tengo amigos (colegas de tve) que verificaron públicamente que la señal internacional del operador que emitía la cobertura televisiva de la ceremonia no les ofreció (ni a tve ni a televisión alguna) ni un guión, ni un nombre, ni un papel, ni una pista, ni tampoco ofreció unos mínimos títulos de crédito… sobre quienes iban siendo los últimos relevistas de la antorcha.
Todo, en aras de un efecto sorpresa que invitaba a los comentaristas a jugar a las adivinanzas, la confusión y al zafarrancho, confundiendo por ende a cientos de millones de espectadores de todo el mundo que presenciábamos la ceremonia. Mi más sincera enhorabuena a Ernest Riveras & Co por sus difíciles y a la vez atinadas referencias a deportistas que desconocíamos la mayoría de los mortales.
Esperaremos la ceremonia de clausura del 11 de agosto comiendo palomitas y rebajaré al sótano mi capacidad de asombro ante otro posible despropósito.